Matthew 25

Parábola de las diez vírgenes

1“En aquel entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes, que tomaron sus lámparas y salieron al encuentro del esposo
1 ss. Esta parábola, como la anterior, quiere enseñarnos la necesidad de estar siempre alerta, porque nadie sabe el día ni la hora del advenimiento de Cristo. Del esposo: La Vulgata añade: “y de la esposa”. El texto griego se refiere solamente al esposo, lo que cuadra mejor con las costumbres hebreas, porque las vírgenes solían estar con la novia, y junto con ella esperaban la venida del esposo acompañado de sus amigos. En cuanto a la explicación de la parábola, advierte ya S. Jerónimo que las diez vírgenes simbolizan a todos los cristianos. “La espera es el período que precede a la segunda venida del Salvador; su venida es la Parusía gloriosa; el festín de la felicidad del Reino de los cielos... Los fieles que no están preparados a la venida de Cristo serán eliminados de la beatitud parusíaca... El momento de la Parusía es capital... y hay que tener siempre a mano la provisión de aceite” (Pirot). En efecto, la lámpara sin aceite es la fe muerta que se estereotipa en fórmulas (15, 8). La fe viva, que obra por amor (Ga. 5, 6), es la que produce la luz de la esperanza que nos tiene siempre en vela; lo que no se ama no puede ser esperado pues no se lo desea. S. Pedro enseña que esa lámpara o antorcha con que esperamos a Jesús en estas tinieblas es la esperanza que nos dan las profecías hasta que amanezca el día cuando Él venga (2 Pe. 1, 19). David enseña igualmente que esa luz para nuestros pies nos viene de la Palabra de Dios (Sal. 118, 105), la cual, dice S. Pablo, debe permanecer abundantemente en nosotros, ocupando nuestra memoria y nuestra atención (Col. 3, 16), para que no nos engañe este siglo malo (Ga. 1, 4). El sueño —que no es aquí reproche, pues todas se durmieron— representa, dice Pirot, lo imprevisto y súbito de la Parusía, de modo que la lámpara de nuestra fe no se mantendrá iluminada con la luz de la amorosa esperanza, si no tenemos gran provisión del aceite de la palabra, que es lo que engendra y vivifica la misma fe (Rm. 10, 17).
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2Cinco de entre ellas eran necias, y cinco prudentes. 3Las necias, al tomar sus lámparas, no tomaron aceite consigo, 4mientras que las prudentes tomaron aceite en sus frascos, además de sus lámparas. 5Como el esposo tardaba, todas sintieron sueño y se durmieran. 6Mas a medianoche se oyó un grito: “¡He aquí al esposo! ¡Salid a su encuentro!” 7Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron y arreglaron sus lámparas. 8Mas las necias dijeron a las prudentes: “Dadnos de vuestro aceite, porque nuestras lámparas se apagan”. 9Replicaron las prudentes y dijeron: “No sea que no alcance para nosotras y para vosotras; id más bien a los vendedores y comprad para vosotras”. 10Mientras ellas iban a comprar, llegó el esposo; y las que estaban prontas, entraron con él a las bodas, y se cerró la puerta. 11Después llegaron las otras vírgenes y dijeron: “¡Señor, señor, ábrenos!” 12Pero él respondió y dijo: “En verdad, os digo, no os conozco”. 13Velad, pues, porque no sabéis ni el día ni la hora”.

Parábolas de los talentos

14“Es como un hombre, que al hacer un viaje a otro país, llamó a sus siervos, y les encomendó sus haberes
14. El hombre que va a otro país, es imagen de Jesucristo que sube al cielo, desde donde volverá a juzgar a los vivos y a los muertos (1 Pe. 4, 5 ss.). Los criados somos nosotros. Los talentos son los dones que Dios nos regala como Padre y Creador, como Hijo y Redentor, y como Espíritu Santo y Santificador. Pero los dones o cantidades son distintos, como los servicios que tenemos que prestar. Lo que Dios exige es solamente nuestra buena voluntad para explotar sus dones, de modo que la fe obre por la caridad (Ga. 5, 6).
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15A uno dio cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad
15. A cada cual según su capacidad : es decir, su capacidad receptiva. María enseñó que la abundancia será para los hambrientos (Lc. 1, 53; cf. 1 Re. 2, 5; Sal. 33, 11), por lo cual es de pensar que aquí también se da más al que tiene menores fuerzas, o sea al que menos alardea de ellas, ya que toda nuestra fuerza nos viene de Él (Jn. 15, 5; cf. Lc. 18, 9 ss.). Recordemos que el aceite de la viuda se detuvo cuando no hubo más vasos vacíos (2 R. 4, 6).
; luego partió.
16En seguida, el que había recibido cinco talentos se fue a negociar con ellos, y ganó otros cinco. 17Igualmente el de los dos, ganó otros dos. 18Mas el que había recibido uno, se fue a hacer un hoyo en la tierra, y escondió allí el dinero de su señor. 19Al cabo de mucho tiempo, volvió el señor de aquellos siervos, y ajustó cuentas con ellos. 20Presentándose el que había recibido cinco talentos, trajo otros cinco, y dijo: “Señor, cinco talentos me entregaste; mira, otros cinco gané”. 21Díjole su señor: “¡Bien! siervo bueno y fiel; en lo poco has sido fiel, te pondré al frente de lo mucho; entra en el gozo de tu señor”. 22A su turno, el de los dos talentos, se presentó y dijo: “Señor, dos talentos me entregaste; mira, otros dos gané”. 23Díjole su señor: “¡Bien! siervo bueno y fiel; en lo poco has sido fiel, te pondré al frente de lo mucho; entra en el gozo de tu señor”. 24Mas llegándose el que había recibido un talento, dijo: “Tengo conocido que eres un hombre duro, que quieres cosechar allí donde no sembraste, y recoger allí donde nada echaste. 25Por lo cual, en mi temor, me fui a esconder tu talento en tierra. Helo aquí; tienes lo que es tuyo”. 26Mas el señor le respondió y dijo: “Siervo malo y perezoso, sabías que yo cosecho allí donde no sembré y recojo allí donde nada eché. 27Debías, pues, haber entregado mi dinero a los banqueros, y a mi regreso yo lo habría recobrado con sus réditos. 28Quitadle, por tanto, el talento, y dádselo al que tiene los diez talentos. 29Porque a todo aquel que tiene, se le dará, y tendrá sobreabundancia; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado
29. Frase de hondo sentido espiritual: Los que aprovechan la gracia, no solamente la guardan, sino que crecen en ella y son recompensados con nuevos dones.
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30Y a ese siervo inútil, echadlo a las tinieblas de afuera. Allí será el llanto y el rechinar de dientes”.

El Juicio de las naciones

31“Cuando el Hijo del Hombre vuelva en su gloria, acompañado de todos sus ángeles, se sentará sobre su trono de gloria, 32y todas las naciones
32. Todas las naciones: “Como en las grandes asambleas apocalípticas que presentan los profetas (Jl. 3, 2 y 9; Za. 14, 2)” Pirot. Cf. 3, 10 ss. y nota.
serán congregadas delante de Él, y separará a los hombres, unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los machos cabríos.
33Y colocará las ovejas a su derecha, y los machos cabríos a su izquierda. 34Entonces el rey dirá a los de su derecha: “Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo
34. Venid... tomad: Sto. Tomás hace notar que parece extraño decir esto a los justos salvados ya mucho antes. Es que el alma sola no es toda la persona. Cf. Lc. 21, 28 y nota.
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35Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero y me acogisteis
35. Vemos así que el amor es un mandamiento obligatorio que encierra todos los demás mandamientos; es la “plenitud de la Ley”, según la cual sentenciará el Juez (Rm. 13, 10; Ga. 5, 14 ss.).
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36estaba desnudo, y me vestisteis; estaba enfermo, y me visitasteis; estaba preso, y vinisteis a verme”. 37Entonces los justos le responderán, diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer, o sediento, y te dimos de beber? 38¿Cuándo te vimos forasteros, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos? 39¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” 40Y respondiendo el rey les dirá: “En verdad, os digo: en cuanto lo hicisteis a uno solo, el más pequeño de estos mis hermanos, a Mí lo hicisteis
40. A mí lo hicisteis: es la doctrina divinamente admirable del Cuerpo Místico (cf. 10, 40; 18, 5; Hch. 9, 10). Así también lo hecho a Él es hecho a nosotros. Cf. Rm. 6, 4; Ga. 2, 19 ss.; Ef. 2, 6; Fil. 3, 10 s.; Col. 3, 3 s.
”.
41Entonces dirá también a los de su izquierda: “Alejaos de Mí, malditos, al fuego eterno; preparado para el diablo y sus ángeles. 42Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel y no me visitasteis”. 44Entonces responderán ellos también: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” 45Y Él les responderá: “En verdad, os digo: en cuanto habéis dejado de hacerlo a uno de estos, los más pequeños, tampoco a Mí lo hicisteis”. 46Y estos irán al suplicio eterno, mas los justos a la eterna vida”.
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